lunes, 3 de marzo de 2025

El Carnaval de las más-caras. La Farsa de la autenticidad impuesta

Acaba de ser carnaval, y en cada calle, y tras recoger los vasos de plástico, las colillas, y algún que otro cacho de disfraz del centro de las calles de la ciudad...en cada feed, cada story se repite el mismo teatro: la gente se disfraza porque trata de aparentar algo que no es.

¿No es ese el modus operandi de estas redes? LinkedIn, Instagram, TikTok… un inmenso mercadillo (de la vanidad) en el que se venden las mejores vidas, los mejores currículums, las mejores caras. No hay malos tiempos, no hay malas caras.

Pero, ¿a qué precio? En un país donde un tercio de la población vive en condiciones de vulnerabilidad y pobreza desesperada en su intento de salir del hoyo (INE, 2023), donde la indiferencia ante las desigualdades se ha normalizado, y donde muchos jóvenes solo ven como salida la emigración, a fin de que nos miren como muchos miran a los migrantes que llegan a este pais.


La necesidad de vestir una máscara se vuelve una obligación impuesta, no una elección personal. No se trata de un disfraz ocasional, como el que se lleva en Carnaval; se trata de una rutina diaria, una condena silenciosa que nos obliga a vivir de acuerdo con lo que se espera de nosotros y no con lo que realmente anhelamos.


La vida que pretendemos tener es la que nos imponen: un escaparate perfecto y siempre impecable, un universo digital donde la autenticidad se vende por el precio de la aceptación. Nos enseñan que para tener éxito hay que encajar en un molde, un molde tan perfecto en el que no cabe la masa para mis galletas.

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¿Pero a qué costo? Pues al de que prácticamente un 70% de los jóvenes siente la presión de proyectar una imagen ideal en redes sociales (Pew Research Center, 2023), lo que distorsiona su percepción de la realidad y un incremento del 40% en los niveles de ansiedad y depresión (American Psychological Association, 2023).


Cada día, este espejo virtual se transforma en el escenario de una farsa en la que todos juegan un papel predefinido. Vestirse de lo que no somos se celebra a diario, y esa celebración no es más que una condena silenciosa:


Porque hoy día, ser auténtico no vale. Ser una oveja negra nunca ha estado bien, pero hoy más que nunca se castiga, de forma indirecta claro, porque hay que guardar las apariencias a quien es diferente, a quien no sigue la norma, a quien no besa las manos y pies, o el suelo que pidan otros, a quien no es auténtico/a.


Esta doble vida, donde lo real se esconde tras disfraces y máscaras, es la manifestación de una sociedad que ha normalizado la falsedad. Nos encontramos atrapados en un sistema que nos dicta qué debemos querer, en lugar de darnos la libertad de elegir lo que verdaderamente necesitamos para ser felices. La vida que nos imponen es una ilusión de perfección; una narrativa que vende la idea de éxito a cambio de renunciar a nuestra esencia.


Bajo esta presión incesante surgen sentimientos de frustración, rabia e impotencia. Nos vemos obligados a cumplir con estándares irreales, a presentarnos ante el mundo como si nuestra valía dependiera de la imagen que proyectamos. La realidad es otra: detrás de cada perfil perfecto se esconde la soledad, la desesperanza y el vacío que dejan las máscaras. ¿Cuántas veces hemos sentido que, a pesar de todos los logros y de la imagen pulida, algo falta? Esa autenticidad que se sacrifica en el altar del éxito medido en “likes” y cifras.


Esta lucha diaria contra la falsedad se refleja en todos los ámbitos: en el trabajo, en las relaciones personales y en la forma en que nos consumimos culturalmente. Es una guerra interna en la que la presión social se convierte en una cadena que nos impide ser nosotros mismos. La sociedad premia la apariencia y castiga la diferencia, transformando el acto de ser auténtico en un acto de rebeldía casi subversiva. Y es que, en un mundo en el que se celebra el disfraz cotidiano, la verdadera satisfacción se pierde en la búsqueda incesante de una imagen que no encaja con lo que realmente somos.


Sin embargo, en medio de esta crítica amarga y de la sensación de haber sido engañados, hay un rayo de esperanza: reconocer y abrazar nuestra autenticidad. La verdadera libertad surge cuando decidimos dejar de lado las máscaras impuestas, cuando comprendemos que la vida no se trata de cumplir con estándares ajenos, sino de vivir de acuerdo a lo que nos llena y nos hace vibrar. La revolución personal comienza en el momento en que aceptamos nuestras imperfecciones y nos atrevemos a mostrarlas, sin miedo a ser juzgados.


Hoy, más que nunca, es necesario levantarse y reclamar el derecho a ser uno mismo. La autenticidad no es un defecto, es la esencia que nos define. No permitamos que las expectativas sociales nos roben la oportunidad de vivir plenamente. Dejemos de vestirnos de lo que no somos y abracemos la vida real, con sus altibajos, luces y sombras. Porque, al final del día, solo siendo auténticos encontraremos la verdadera satisfacción y la paz interior que tanto anhelamos.


Pd. Sobre las máscaras, disfrazarse y vestirse para hacer el orangután por las calles, me parece ideal. Diviértete, esas horas de ilusión y todas no te las va a quitar nadie.


"La autenticidad consiste en ser fiel a uno mismo, incluso en un mundo que intenta constantemente hacerte otra persona." Ralph Waldo Emerson



Referencias

American Psychological Association. (2023). Social Media, Anxiety, and Depression: A 2023 Study.

Instituto Nacional de Estadística. (2023). Informe sobre la situación de la vulnerabilidad y pobreza en España. 

Pew Research Center. (2023). Teens, Social Media & Technology 2023.


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