Preparados para los 50° a la sombra y un verano sin tregua, como siempre.
En la playa, el bronceador convive con el portátil, el vermut o mojito, con un webinar de liderazgo aplicado o la última sesión en streaming del Máster, y los pies descalzos con la notificación parpadeando de fondo en tu móvil : “Sé que estás de vacaciones pero...¿Puedes meterte un segundo en la reunión?”.
LinkedIn dicta la banda sonora del (a)estío: "Nunca pares. Monetiza. Fórmate para tu próximo empleo".
La escena es tan absurda que resulta trágica: trabajamos horas extra para pagar un viaje que prometía desconexión; una vez allí, enchufamos el Wi-Fi del chiringuito para no “desaprovechar el tirón” y contestar un par de mensajes o correos.
El ocio es un tema recurrente en mi vida personal y laboral. Pero recurrente por su ausencia. Recuerdo como en un curso donde impartía ocio y tiempo libre, hablaba durante semana con estudiantes adultos muy diversos acerca de lo que suponía para el cuerpo y la mente aburrirse, divertirse, pasarlo bien, estar tranquilos...Y en general de la efimeridad de la vida y lo poco que nos paramos a observarla, por trabajar tanto.
Hace dos semanas enterré a una persona que amaba. El tanatorio, pese al aire acondicionado, olía a prisa pospuesta: compañeros que “no pudieron venir” porque había cierre de trimestre, de curso, o de lo que fuera...Amigos enviando mensajes por WhatsApp desde un coworking con vistas a ninguna parte. Y en definitiva, momentos no compartidos con una premisa fundamental en boca de todos, y de mi muchas veces , por desgracia, incluido.
"Estoy trabajando; trabajo esta tarde; trabajo mañana". Trabajo, trabajo, trabajo.
Byung-Chul Han tenía razón. Cuando el látigo cambia de mano, la autoexplotación se vuelve suave, invisible y total. Y la muerte, que debería pararnos en seco, apenas nos aparta unos minutos de la pantalla.
De hecho, el 56 % de los españoles consulta el correo a diario en vacaciones y un 34 % siente culpa si tarda más de tres horas en responder (INSST, 2024). Sólo en Barcelona, hace un par de años, ya se midió con 1 800 jóvenes que cada hora extra de redes en verano eleva un 7 % la percepción de soledad y un 5 % la sintomatología ansiosa (ISGlobal, 2023). No imagino que estaremos viviendo a día de hoy, ya que se multiplica día a día.
Seguimos deslizando pantallas para no oír el zumbido de nuestro propio vacío.
Las entrañas del frenesí:
Trabajamos más horas para comprar artefactos que maquillen el agotamiento y escapadas que, se supone, lo compensan. Pero mira a ti alrededor , mírate a ti mismo. Cuantas pocas personas de verdad paran en seco y reflexionan este aspecto. ¿Lo haces tú?
La aceleración social (Hartmut Rosa) convierte la vida en una cinta de correr: cuanto más rápido avanzas, más rápido se aleja la meta.
Cambiamos tiempo por dinero para intentar recomprarlo al final, cuando el cuerpo ya viene sin garantía. Y entretanto nos perdemos lo único que no se sube a la nube: el olor a alga de una cala a las siete y veinte, la voz temblorosa de un abuelo relatando cómo se enamoró, el silencio pesado de una habitación donde alguien acaba de irse.
Cuántas veces he oído ya lo típico de: Cuando eres joven no tienes dinero para viajar pero tienes la energia; y cuando eres viejo, tienes el dinero, pero ya no queda energía de tanto trabajar.
Por todo esto, te ánimo a lo siguiente, que estos son mis deberes de los Cuadernos Rubio versión "adulto quebrado".
1. Vacío consciente. 20 min sin pantalla. El primer día arde, al sexto anestesia, al treinta cura.
2. Siesta militante. Declarar sagrados 25 min de ojos cerrados.
3. Ritual cotidiano de despedida. Caminar sin auriculares, comer sin scroll, decir te quiero sin emoticono.
4. Trabajo sin huella. Una tarde a la semana sin producción medible: pensar, divagar, unir puntos. Leonardo llamó a esto saper vedere (saber ver).
5. Pedagogía de la muerte. Incorporar la finitud a la escuela, a la empresa, a la sobremesa. Quien sabe que va a morir programa menos sprints.
Perder a alguien duele; reconocerse finito, duele más. Pero en esa grieta entra luz: quizá el ocio inactivo sea la revolución pendiente en la era del frenetismo y el LinkedIn como termostato. Este verano, si me buscas, estaré un rato mirando cómo una nube se deshace sin capturarla. Sin foto, sin ROI, sin objetivos insulsos, y mira, incluso sin dinero. Honrando a quien ya no puede hacerlo y recordando, paradoja hermosa, que parar es la única forma digna de seguir.
Y si, he tardado en publicar de nuevo por tratar de disfrutar de este ocio inactivo. Se predica con el ejemplo.
"El tiempo es un bien finito; matarlo es un suicidio parcial”.
Byung-Chul Han
Bibliografía utilizada:
Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo. (2024). Barómetro de Seguridad y Bienestar Laboral. Madrid: INSST.
ISGlobal. (2023). Uso de redes sociales y soledad en jóvenes españoles. Barcelona: Instituto de Salud Global.
La vida.
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